SIERRA GRANDE.- Que las veredas no cuenten con rampas y parezcan un muestrario de desniveles y escalones, parece un tema que poco preocupa a la sociedad serrana, ya que hay muchas de ellas, históricamente inaccesibles. Y en este sentido, aparentemente poco importa lo que ocurre con ancianos, mujeres con cochecitos de bebes, un obeso, una embarazada o con gente en sillas de ruedas. O sea, con los que tienen la movilidad reducida.
Ni hablar de un niño trepando el escalón gigante que hay en una vereda céntrica, sobre la Avenida Novillo frente al monumento al descubridor del hierro serrano.
A lo largo de los años, parece que funcionarios y ciudadanos, no han padecido inconvenientes al desplazarse, por eso no es necesario modificar nada de lo que hay. Da la sensación de una sociedad que no mira a una franja de la población, que si padece las construcciones, no solo de veredas, sino también de accesos, baños, escaleras, edificios públicos principalmente, que se constituyen en un abismo que separa al discapacitado y lo que debe alcanzar.
Lo planteado no es una novedad para los pueblos y su gente, pero si existen los llamados de quienes padecen las limitaciones y es cuando debemos volver la mirada y replantear.
En Facebook, un amigo de Pido la Palabra, José Luis Sambrano escribió días atrás: “con respecto a las rampas que ustedes acaban de comentar, están en toda la razón, son muy pocas las que hay en la localidad y encima están mal hechas, a veces cuando tengo que salir a hacer mis cosas y por obvias razones tengo que transitar por la calle tengo que hacerlo con mucho cuidado, pues es el lugar en el que andan los autos y no por donde debe transitar una persona y mucho menos una en silla de ruedas. La falta de conciencia, de solidaridad y bueno, otras cosas que hacen que una persona con discapacidad se vea mas limitado aun. Hace 4 años que estoy tratando de terminar la escuela y se me hace imposible por no haber un baño adaptado”. José Luis, quedó en sillas de ruedas tras un accidente laboral y su voz, seguramente es la de muchos.
Desde San Antonio Oeste, Gabriela Benditti de Grandoso, madre de Juan, un niño con parálisis cerebral y que también se desplaza en una silla dijo que las rampas y todos los espacios deben ser construidos con “Lógica y respeto”, en tanto agregó que “hay que hacerlas pensando en que pasa un cochecito de bebe, o una mujer cuando le duelen las piernas”, las mismas deben tener una pendiente a 12 grados y un mecanismo antideslizante.
Gabriela fue hasta hace poco titular del Concejo de Discapacidad de la vecina ciudad, y asegura que los municipios deben exigir a los frentistas el cumplimiento de normas de construcción de rampas para “personas con movilidad reducida”.
Las exigencias a la hora de construir se dan en la aplicación de “normas escritas desde la época de Perón” dijo la mujer y aseguró que ellas, son las que garantizan las condiciones en calles, cordones, veredas y edificios, de inclusión.
“Debemos estar todos incluidos en una sociedad y para poder circular “todos”, no están dadas las condiciones, ni las decisiones políticas” consideró finalmente.